viernes, 19 de agosto de 2011

¿Qué pasó en el medio?


Reflexionar acerca de un medio tan familiar como la televisión en nuestro hogar es pensar acerca de uno de los consumos culturales más cotidianos de la actual sociedad. Este poderoso medio audiovisual ejerce una considerable influencia sobre la estructura familiar, superior a la de cualquier otra innovación tecnológica. Sin embargo, la Televisión se ha transformado en un arma de doble filo dada la calidad de programación que transmite sin considerar que parte de sus espectadores son niños y jóvenes que no tienen un adulto que los oriente en relación a los temas que allí se desarrollan.
La pantalla chica, tal como se la denomina popularmente, desde su creación tiene ya una larga historia que es interesante conocer; mucho más el desarrollo que tuvo en nuestro país. Es importante una reflexión sobre las circunstancias políticas y económicas por las que el país enfrentó, para no sólo proyectarse de manera positiva ante las épocas futuras, sino también reconocer el por qué de la situación reinante en estos tiempos. Es decir intentamos aclarar desde qué momento comenzaron a exponer a los chicos al consumismo. ¿Qué paso en el medio?, entre el antes y el después: cuántas veces hemos escuchado aquello de que la televisión de ahora no es como la de antes, y en parte quienes lo dicen tienen razón. Palabras como globalización e intereses económicos sobrevuelan en esta publicacion y dejan latente la posibilidad de pensar que detrás de esta “sobredosis de TV” hay mucho más que un simple descuido.
Los ´90 constituyeron la expresión extrema del fenómeno de globalización, de revolución tecnológica, instalando en el lenguaje colectivo la necesidad de transformación del Estado. Así se impulsaron reformas del Estado pretendiendo su achicamiento, mientras se fue produciendo el reemplazo de las formas de ciudadanía y la modificación de los paradigmas educativos.
En ese contexto se comienza a perfilar un nuevo "paradigma" de gestión pública, que reconoce diferentes actores sociales: el ciudadano pasó a ser   cliente o usuario, se estableció un nuevo perfil de administrador, que fue el  ejecutivo o gerente público, guiado por la búsqueda de resultados. Se estableció como fundamento  el respeto irrestricto al mercado,  fomentando  la competencia entre oferentes de servicios y programas. No interesando la calidad del programa televisivo sino la cantidad de audiencia. 
En el marco de esos nuevos modelos de gestión, especialmente desde la lógica del “ajuste”, esos programas “bajan” a los países periféricos, especialmente en el caso de América Latina en la década de los ´90, demandando una Reforma del Estado desde dos estrategias centrales: la privatización y la descentralización.
El fenómeno globalizador/privatizador se verificó de modo distinto en los países centrales que en los periféricos. Tanto los países de Europa Occidental como USA atravesaron el proceso de globalización de modo activo, es decir con estructuras de Estados fuertes que fueron reaccionando frente a la revolución tecnológica y a organizaciones que, en definitiva, sacaron grandes beneficios de este fenómeno. Baste para ello tener presente el gran desarrollo de las empresas de estos países en el grueso de los países hoy llamados emergentes, entre los cuales se sitúan tanto Latinoamérica, como los países del este europeo, asiáticos y africano.
En cambio, estos últimos países fueron globalizados pasivamente y, en consecuencia, la ola privatizadora y de destrucción del Estado hizo que las consecuencias fueran diametralmente opuestas. Así, la profundización de los modelos neoliberales, trajo un aumento exorbitante de exclusión social. Esta misma relación se produjo frente a la explosión tecnológica en los medios de comunicación. En Europa y USA los Estados siguen fuertemente presentes a la hora de regular los servicios audiovisuales, a fin de proteger el interés de la sociedad en su conjunto. En Argentina, esta explosión tecnológica se desarrolla en forma exponencial frente al achicamiento del Estado y su desaparición como autoridad regulatoria en la materia. Con el advenimiento de la democracia en 1983, lo primero que se privatizan son justamente estas empresas y, desde las mismas, se sostienen enfáticamente las bondades del achicamiento del Estado y la ola privatizadora. Vale tener presente que mientras se producía este estallido en el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, comenzaban a profundizarse las brechas económicas sociales y culturales.
La sociedad asiste a un tiempo en el que claramente "el espacio planetario en el que se forman las condiciones de nuestras vidas compartidas parece completamente desregularizado: aunque supiéramos exactamente qué hacer para ajustar ese espacio a nuestros valores éticos, no sabríamos quién sería capaz de realizar esa tarea. En momentos de reflexión, sentimos que el espectáculo de ausencia de regulaciones sólo puede servir como invitación a más desorden y que no hay ninguna fuerza a la vista capaz de romper ese círculo vicioso. Estamos en una era de experimentaciones, de ensayos y error. La mayoría de las consecuencias de la globalización acelerada no han sido previstas y todavía debemos aprender, probablemente a un alto precio, las habilidades sociales necesarias para hacerles frente y dominarlas". (Bauman)
Particularmente, con relación a los medios de comunicación, nuestro país no ha escapado al fenómeno, que tiene siempre un matiz económico de fondo (ganar más): " la expansión sostenida de las redes tecnológicas y su creciente privatización, la transnacionalización de la cultura, la censura sobre el derecho a la información así como la concentración de los espacios informativos en centros privilegiados de poder, la insuficiencia del sistema jurídico para controlar los supuestos desvíos de la empresa privada y, también, la disociación entre la ley y las prácticas concretas". La cita de Mabel Piccini sobre Méjico parece hecha para describir el fenómeno argentino.
En efecto, nuestro marco regulatorio durante todo ese tiempo fue establecido por “la vía de leyes complementarias o adyacentes, decretos, supremacía de tratados de internacionales, con el fin de condicionar, adaptar y modificarla. Y lo que es peor, pocas veces se explicita que esas nuevas regulaciones fueron llevadas a cabo con fines específicos y en beneficio de ciertos sectores. Es decir, no faltó ley ni existió una carencia regulatoria sino que los cambios introducidos y las condiciones jurídicas creadas con posterioridad a la sanción de la ley 22.285 conformaron un escenario legal favorable para determinados intereses”. (Diario La Nación Sección Cultura, 2006)
Reflexionemos sobre la ley 22285 vigente hasta hace muy poco tiempo dictada bajo la dictadura militar, fue reformada grotescamente por la democracia, con decretos de necesidad y urgencia que fueron dictados en distintos momentos por el gobierno constitucional: de turno, en 1986 se permitió la propiedad cruzada: periódico/radio-TV; en 1999 se amplió de 4 a 24 el número máximo de licencias para un mismo propietario y  se permitió la transferencia de las licencias y la constitución de redes privadas permanentes; en 2002/ 2003 se modificó el principio de subsidiariedad del Estado autorizándose a provincias y municipios a prestar servicios de radiodifusión sin depender de la existencia de prestadores privados. Luego en 2005 se permitió la propiedad de capitales extranjeros con un tope del 30%, y se incluyó a las personas jurídicas sin fines de lucro como, titulares de medios de comunicación.
En definitiva, el régimen legal vigente no guarda siquiera lógica en sí mismo. Pero ese mismo modelo es el que permitió una concentración monopólica en muy pocos dueños de la mayoría de los medios de comunicación en el país.
La existencia de monopolios en lo que concierne a medios de comunicación es algo muy peligroso porque todos los consumidores de medios tienen acceso a una única fuente. Esto es contraproducente ya sean espectadores de TV menores o mayores de edad. Si hay monopolio en la producción de programas infantiles, que se uniformice lo que se ofrece al público infantil. Sin embargo, el sistema democrático tiene como pilar la libertad de expresión y el ciudadano debe velar para que no sea el Estado el que monopolice el contenido informativo y de entretenimiento de la TV. Se debe proponer a un delicado equilibrio para que ni los particulares, ni el propio Estado monopolicen la información, teniendo en cuenta el derecho de propiedad privados.




“Si los pueblos no se ilustran,  si no se divulgan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que puede, vale, debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía” Mariano Moreno.


Florencia Sofia Maffia

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